Saturday, March 15, 2014

FREDDY Una de las boleristas más notables de Cuba y quizá del mundo.



(Publicado por D.Jácome)

Fredesvinda García Valdés nació algún día de 1935 en Cuba, en Céspedes, un pueblo de Camagüey. Se desconoce cuántos hermanos tuvo, ni si los tuvo o quiénes fueron sus padres o familiares. Sabemos que era pobre, negra e inmensa, 305 libras de peso corporal y que con solo 12 años se fue a La Habana a trabajar. Estuvo, al menos doce años, de cocinera en la mansión del Vedado del Doctor Arturo Bengochea, el presidente de la “Liga Cubana de Béisbol Profesional”. Aún no era Freddy, la estrella.

Cada noche, después de terminar en su empleo salía con un vestido barato y sus enormes sandalias sin tacón, a deambular por los portales de la calle Infanta y terminaba sentaba en el “Bar Celeste”, de Infanta y Humboldt, a tomar ron y escuchar la victrola. Luego de varios tragos, se sentía a gusto y empezaba a contonearse con la música y a cantar a media voz.

Al parecer una noche apagaron la victrola y le pidieron que cantara. No tuvieron que insistirle. Freddy se sabía todos los boleros y con su voz de contralto, los cantaba como nadie. Como si le fuera la vida en ponerle melodía a los pesares del alma.

Ese bar era frecuentado por artistas y músicos que se acercaban cuando terminaban de trabajar en los cabarets cercanos. Freddy no permitió nunca que la acompañaran. No necesitaba piano ni guitarra. Le bastaba con su garganta.

Cantaba a cappella. Con una insoportable dulzura triste que casi reventaba el corazón. El que la oyera cantar un bolero, ya no podía olvidar esa voz. Tenía algo que nadie podía explicar con palabras. Cantaba como un volcán, pero también era capaz de una ternura infinita que conmovía hasta las lágrimas. Con un registro de contralto, su voz era tan profunda que llegaba a parecer de tenor, incluso de barítono.

Desde entonces comenzó a cantar en aquel bar. Una noche, llegó al bar Aida Diestro con alguna de las muchachas de su cuarteto. Se acercó a Freddy y le dijo que le encantaba su voz. Estaba dispuesta a montarle un buen repertorio y a proponerla para el show del Capri. Con Aida, Freddy fue a la audición del Capri y firmó el contrato. Dejó para siempre la cocina del Doctor Bengochea para cantar profesionalmente.

Fue descubierta por el empresario Carlos Palma, que le dedicó una buena crítica donde aparecería publicado un comentario sobre ella en una revista de shows y farándula. Del cabaret del “Hotel Capri” fueron a verla. Fue entonces cuando surgió su primer contrato y su vertiginosa y fugaz carrera.

Poco tiempo después, ya estaba cantando en el cabaret del “Hotel Capri”, aunque, muy a su pesar, con obligado acompañamiento orquestal. La dirección artística del Hotel Capri la incluyó en la producción ‘Pimienta y Sal’ en el año 1959. En el show solía presentarse acompañada de una sofisticada orquesta con la participación del connotado maestro Rafael Somavilla en el piano y con el apoyo de la reconocida pianista, arreglista, orquestadora, productora y directora Aida Diestro, quien lideraba el afamado cuarteto Las D’ Aida.

Ese mismo año, la revista “Habanera Show” en su número de Julio titulaba: “Del servicio doméstico surge una bolerista que ha de ser célebre” y proseguía: ‘Nuestro nuevo descubrimiento ha de ser explosivo y sin pecar de aspaventeros, podemos anticipar que estamos presentando en Freddy García a una de las boleristas más notables de Cuba y quizá del mundo’.

Luego del “Capri” y otros cabarets como “Las Vegas” y el “Tropicana”, vino su debut televisivo en “Jueves de Partagás”, un programa de variedades en el que cantó con Benny Moré y Celia Cruz. Sentenciosa, afirmó que estaba tan feliz que después de esa noche, ya podía morirse. Cantó “The Man I Love”, de Gershwin y “Night and Day”, de Cole Porter, ambas con letra en español.

Jesús Goris, dueño de una pequeña disquera “Puchito” tenía una excelente visión para escoger valores del arte musical desconocidos u olvidados, como fuera el caso de ‘Los Muñequitos de Matanzas’, ‘Abelardo Barroso o la “Orquesta Sensación” y cuando escuchó a Freddy cantando en el “Capri”, sin perder un momento la invitó a que grabara en su empresa. De inmediato comenzó a buscar canciones para el disco, seleccionando lo más difícil del repertorio de aquellos años y de todos los tiempos.

Entre ellas, de George Gershwin, “El Hombre Que Yo Amé” y una de las primeras composiciones de Marta Valdés, que ya por aquellos años había triunfado con su antológico “Y Con Tus Palabras”. También “Noche de ronda”, del emblemático Agustín Lara y el tema “La Estrella”, que escribiera especialmente para ella la famosa compositora Ela O’ Farrill.

En sus antológicas grabaciones con “Discos Puchito” la acompañaba la orquesta jazz band de Humberto Suárez. Suárez fue el director musical, arreglista y productor de los doce fonogramas que Freddy publicó en su único disco de larga duración que vio la luz en Abril de 1960 en La Habana.

Freddy marcha contratada a Venezuela y luego a México, junto al incansable Rodney, que la conduce a Miami. Más tarde viaja a Puerto Rico, donde sufre un fatal ataque al corazón el 31 de Julio de 1961. Está enterrada en San Juan, la capital de Puerto Rico, en un lugar olvidado del cementerio capitalino.

Freddy no solamente fue el personaje real, la mujer de los espectáculos habaneros, la reina de los cabarets de última hora, sino que, además, fue convertida en personaje literario de resonancia mundial por el extraordinario escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, que en alguna de las mágicas madrugadas del “Celeste” había disfrutado de una de sus actuaciones. Años después la convertiría en la “cantante Estrella Rodríguez, uno de los personajes de “Tres tristes tigres”, novela ganadora en 1964 del prestigioso premio “Biblioteca Breve” que se otorga en España y publicado en 1967 en Barcelona por la “editorial Seix Barral”.

El Bar Celeste ya no existe. Freddy tampoco. Su corazón no resistió tanta pena. Su voz quedó en un disco de larga duración grabado en 1960. El único que grabó. Una rareza para coleccionistas. La placa de acetato número 552 de la firma Puchito: “Noche y día, Freddy con la orquesta de Humberto Suárez”.

La canción que Ela O’ Farrill compuso especialmente para Freddy dice:
“No era nada ni nadie, ahora dicen que soy una estrella,
Que me convertí en una de ellas para brillar en la eterna noche”.

CUBA EN LA MEMORIA 19.12.2013

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