Saturday, March 15, 2014

EL MEDICO CHINO, CHAN-BOM-BIÁ


(Publicado por D. Jácome)



“No te salva ni el médico chino”. Aunque esta frase realmente surge por Cham Bom-biá, botánico chino que alcanzó gran popularidad a finales del siglo XIX en nuestro país, en realidad hubo más de un médico chino en nuestra historia.

El primero del que existen referencias acreditadas es Kan Shi Kom que disfrutó de gran prestigio a mediados del siglo XIX en La Habana, donde residía en la calle Rayo esquina a San José y que a su muerte ocurrida en 1885 le siguieron unos funerales con gran pompa que fueron comentados en toda la ciudad.

En Santiago de Cuba, hay referencias de otro médico botánico chino de nombre españolizado Don Domingo Morales. En la última epidemia de cólera en nuestro país (1867 – 1872) trataba a sus pacientes satisfactoriamente con masajes en las regiones axilares, práctica médica china recogida en una obra clásica del siglo XVI, el “T’uei na pi kieu”, o “Tratado de los Masajes”.

Destacado también lo fue Liborio Wong, médico botánico de agricultores chinos en las cercanías de Manzanillo. Wong, cuyo verdadero nombre era Wong Seng, se incorporó al Ejército Libertador desde comienzos de la contienda y se destacó como capitán ayudante del Mayor General Modesto Díaz, con quien combatió valientemente. Cuando se llevó a cabo el Pacto del Zanjón, fue de los que salvó el honor de Cuba, al mantenerse junto a las fuerzas del Mayor General Antonio Maceo en la Protesta de Baraguá, por lo que es considerado un héroe de la Guerra de los Diez Años (1868 – 1878).

Aunque hubo muchos otros chinos que se destacaron en la cura de enfermos mediante el uso de plantas curativas, el que motiva esta publicación es sin dudas Cham Bom-biá, quien ha trascendido a nuestro imaginario popular, por ser el más conocido de todos los que ejercieron esta “profesión” y del que ha quedado en nuestro folklore la frase “No le salva ni el Médico Chino”.

Se le describe como “hombre de elevada estatura, de ojillos vivos y penetrantes algo oblicuos; con luengos bigotes a la usanza tártara, larga perilla rala pendiente del mentón y solemnes y amplios ademanes subrayando su lenguaje figurado y ampuloso” Vestía como los occidentales con una holgada levita de dril; y con chistera y chaqué tal como correspondía en Cuba a la imagen de un médico en esa época.

Cham Bom-biá, perteneciente a la etnia Jaca, del sur de China, como tantos de sus compatriotas, agregó a su nombre el patronímico cristiano de Juan. Por el expediente promovido para adquirir la ciudadanía hispana en 1860 sabemos que tuvo residencia constante en la Isla desde que se le concedió carta de domicilio en La Habana.

Llegó a Cuba en 1858, como miembro de una expedición de chinos culíes contratados para trabajar en la agricultura. Al comienzo ya radicado en La Habana, se dedica al oficio de cigarrero y poco después ya realiza sus “curas de males” entre sus vecinos de la calle Maloja, en el barrio de los Sitios.

Al no tener certificación oficial para ejercer en su consultorio, establecen en su contra una querella judicial, por el ejercicio ilegal de la medicina. Pierde su casa de Maloja y es recogido en el hogar de otros paisanos que le ayudan a subsistir, dándole techo y alimentación.

Se traslada a Matanzas, y pone su consultorio en la calle de Mercaderes, esquina a San Diego, donde habita desde 1864 hasta 1871. En esta ciudad ejerce con no menos popularidad que en La Habana, pero una nueva acusación, y pocos clientes, hacen que en 1872 se traslade a Cárdenas, por ser esta ciudad, en ese entonces, asiento de un gran número sus compatriotas, lo que le garantizaba una mayor aceptación y clientela.

En Cárdenas, Perla del Norte, estableció su hogar donde tenía su propio dispensario para elaborar los medicamentos, aunque también se los confeccionaban en una farmacia china que existía en la Tercera Avenida número 211, de dicha ciudad.

Su domicilio era junto al antiguo cuartel de Bomberos, en las calles Coronel Verdugo esquina a la Avenida de Vives. En Cárdenas realizó curas maravillosas de enfermos desahuciados por médicos de fama de aquella ciudad y de La Habana, devolviéndoles a muchos de sus clientes la salud, la vista y el uso de sus miembros. Tuvo también tiempo para tener ocho hijos varones, nacidos todos en lechos de concubinas…

Falleció solitario en su propio domicilio, por lo que se hicieron conjeturas de que había sido envenenado por los familiares de un enfermo desafortunado, mientras otros alegaron el suicidio. Está enterrado en una humilde sepultura del cementerio de Cárdenas.

Fué el más conocido de los médicos botánicos chinos en Cuba. Aunque su verdadero nombre era Chang Pon Piang, que significa en castellano “Sol Amarillo”. Según los historiadores Roig de Leuchsenring y Portell Vilá, el habla popular cubano lo transformó en Cham Bom-biá.

En el ejercicio de su carrera actuaba con absoluto desprendimiento, cobrando honorarios a los ricos, y conformándose con decirles a los pobres:
“Si tiene linelo paga pa mí. Si no tiene, no paga”

Puede ser considerado, más que como vulgar curandero, como un notable hombre de ciencias de amplia cultura oriental, que mezclaba sus profundos conocimientos en la flora cubana y china, como sabio herbolario que era, con los adelantos médicos occidentales. Toda la cultura y los conocimientos de estos botánicos, generó en Cuba una tradición propia en el uso de las plantas medicinales, que alcanzó su máxima expresión en la persona del sabio Juan Tomás Roig Mesa.

Del Dr. Chan Bon Biá, todas las fuentes aseguran que era un buen médico, lo que confirma el dicho ante un paciente muy complicado: “¡a usted no lo salva ni el médico chino!”. Ya quisieran muchos médicos ser recordados, como él, más de un siglo después.

Y nos deja también el conocido estribillo:
“Chino manila Cham Bom–biá, Cinco tomates por un reá”
Que descanse en paz.

CUBA EN LA MEMORIA 16.12.2013

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