Saturday, March 15, 2014

AMELIA PELÁEZ




(Publicado por D. Jácome)

Nació en Yaguajay, Las Villas, el 5 de enero de 1897. Desde su infancia tuvo afición por la pintura. Con 19 años se traslada con su familia a La Habana, dónde ingresaría en la “Escuela de Bellas Artes San Alejandro” siendo alumna predilecta del maestro Leopoldo Romañach, otra relevante figura de nuestras artes plásticas, del que recibió sus influencias delimpresionismo académico. Varios cursos superiores recibidos durante cuatro años en esa institución, la acreditaron como pintora académica, es decir, perita en técnica pictórica.

Muy pronto es reconocida su obra y realiza su primera exposición en 1924, en la “Asociación de Pintores y Escultores”, llamando sus cuadros la atención de la crítica por la luminosidad de sus paisajes.

Su transformación, como pintora, es resultado de sus primeros viajes y contactos con el mundo exterior. En 1924 viaja a EEUU para estudiar durante seis meses en el “Art Students Leage” de Nueva York, becada por la “Asociación de San Fernando”.

Tres años más tarde, en 1927, viaja a Europa y reside en París donde continuó sus estudios. Fueron años de intensos estudios en diversas instituciones “Ecôle Nationale Supérieure de Beaux Arts”, “Grande Chaumière”, “Ecôle du Louvre” y sobre todo, en las clases que tomó de 1931 a 1934 con la célebre pintora, escenógrafa y decoradora rusa, la contructivista Mme. Alexandra Exter. Es con ella que comienza a experimentar con la pintura modernista, así como con obras cerámicas y en vidrio.

En 1933 presenta una exposición personal en la “Galería Zak”, una de las más afamadas pinacotecas de París y reconocida por sus exigencias y rigidez de criterio en la aceptación de nuevos pintores. Ilustra la edición “Sept poèmes” de Léon-Paul Fargue, notable poeta francés.

Amelia Peláez regresa a Cuba, en 1934, con el germen del modernismo y la clara idea de lo que iba a ser su estilo en el futuro. Conseguiría un muy particular equilibrio entre la modernidad y sus raíces cubanas, logrando integrar sus experiencias de los estudios en París, con la luz y los colores del trópico. El resultado de esta fusión, definió su estilo, sobre todo en sus naturalezas muertas de trazo muy marcado y fuerte colorido.

Sobre ella expresó René Portocarrero, otro de nuestros grandes pintores, que la consideraba …”la primera que supo recoger nuestro color local y trasladarlo a cuadros de enorme belleza y a obras maestras en la plástica”...

A partir de 1938, incorpora elementos de la arquitectura tradicional cubana. Amelia redescubrió con su obra nuestra arquitectura y también fue pionera en la recuperación del barroco cubano cuyos elementos introdujo en ocasiones en su obra.

Por su manera tan personal de expresión en el nuevo lenguaje, conquistó de inmediato la atención en la vanguardia cubana de artistas plásticos, lo que le ayudó a mostrar su obra a través de muestras personales y colectivas, obteniendo premios en salones (1935 y 1938).

Entre sus principales muestras de los años 40, se pueden destacar la exhibición de dieciséis obras suyas en la importante exposición “El Arte en Cuba”, celebrada en la Universidad de La Habana en 1940, su envío de once obras al “Museo de Arte Moderno” de Nueva York para “Modern Cuban Painters”, exposición que dio a conocer en 1942 a la llamada “Escuela de La Habana” y su primera retrospectiva realizada en la “Institución Hispano-Cubana de Cultura” en 1943.

Amelia convirtió en taller su casa de La Víbora, y tuvo una activa participación en el movimiento de los artistas cubanos modernos.

Fue una artista versátil y su estilo no solo está presente en su labor pictórica, sino también en sus trabajos en cerámica, iniciados en 1950 y a los que se dedicó intensamente hasta 1962. Con su incursión, en la cerámica, inicia en Cuba el lenguaje entre signos, que devino con fuerza y entonaciones en azules. Con ello contribuyó a legitimar la cerámica cubana. Los asistentes a las Bienales de Sao Paulo y Venecia celebradas en ese período, pudieron apreciar varias de las piezas surgidas de sus creativas manos.

Amelia también dedicó su atención a la realización de murales, algunos de excepcional relevancia, entre los que se destaca el mural realizado en la fachada del majestuoso Hotel Habana Hilton en 1957, el cual es admirado por todo aquel que visita nuestra ciudad. Entre otros, también los realizados en el Tribunal de Cuentas (actual Ministerio de Interior) en La Habana o en la Escuela Normal de Maestros de Santa Clara. El último de los murales en que participó, fue el de creación colectiva realizado con motivo de la inauguración, en la capital cubana, del XXIII Salón de Mayo de París 1967..

Durante toda su carrera continuó con nuevos viajes, múltiples exposiciones personales y colectivas, y muestras itinerantes por ciudades de Europa, América Latina y Estados Unidos. Imposible enumerae su participación en exposiciones colectivas y personales y los viajes a países a los que llevó su obra con éxito. Por solo citar algunos :

“Museo Arte Moderno”, Bogotá, Colombia, “Metropolitan Museum and Art Center”, Miami, Florida, Estados Unidos, “Museo de Arte Moderno”, México, D.F., México, “Bienal de Sâo Paulo”, Sâo Paulo, Brasil, “Museo Cubano de Arte y Cultura”, Miami, Florida, Estados Unidos, “Museum of Modern Art of Latin America” (OEA), Washington, D.C., Estados Unidos, “Fundación La Caixa”, Madrid, España y “Centre de Cultura Sa Nostra”, Palma de Mallorca, España.

Murió en La Habana el 8 de abril de 1968, pero su obra continúa presente en Museos, Instituciones y Galerias de muchos lugares del mundo y lo que es más importante, en la memoria de muchos cubanos, como icono de cubanía.

CUBA EN LA MEMORIA 19/01/2014

No comments:

Post a Comment

add this

comment box facebook

comment box face